sábado, 23 de julio de 2011

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-Quédate aquí, conmigo.
Se sentó frente a un espejo. Con un cepillo intentó en vano poner algo de orden en la maraña de pelo que le caía sobre los hombros. Le faltaba fuerza.
-Déjame- y le quité el cepillo.
La peiné en silencio, nuestras miradas encontrándose en el espejo. Mientras lo hacía, Marina asió mi mano con fuerza y la apretó contra su mejilla. Sentí sus lágrimas en mi piel y me faltó valor para preguntarle por qué lloraba.

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